lunes, 27 de septiembre de 2010

Qué hacer con la vida?

Uno no se plantea la vida durante años. Se limita a vivirla tan buenamente como se le permite. Facilidades de ser pequeño. No hay casi ninguna responsabilidad y con poco uno tiene más que suficiente. Luego se llega a cierta edad en la que empiezan paulatinamente a aparecer nuevos horizontes, nuevos conceptos. El mundo ya no se limita a las cuatro calles del barrio, la escuela y el pueblo de veraneo. El mundo es enorme y está lleno de gente diferente y lleno de problemas que antes no existían. Salen a la superfície las que, dicen, serán las nuevas reglas del juego hasta el final. Ya no sirve el vivir sin preocuparse. Habrá que encontrar en los años venideros sistemas de abastecimiento resultantes del esfuerzo de uno mismo. Por lo tanto habrá que encontrar el modo de conseguir comida, un techo y la tan ansiada "felicidad" de la que se goza durante la infancia.

El tema de la comida y el techo parecen tener solución. Basta con tener dinero suficiente para adquirirlos. Para conseguir ese dinero se establece generalmente la realización de algun tipo de trabajo a cambio de cierta cuantía de dinero, que se denomina sueldo.

Aclarado ese punto uno puede pensar que ya lo tiene casi todo hecho, sólo le queda preocuparse por ser feliz. Pero en seguida uno se da cuenta que para lograr el susteno economico necesario hace falta dedicar un tercio del día, u ocho horas diarias, que viene a ser lo mismo. Ocho horas más es lo que se recomienda para dormir, así que sólo quedan ocho horas para hacer el resto de cosas. Parece que ocho horas dedicadas a la felicidad diária pueden ser muchas, pero es de sobras conocido el hecho de que esto no es así.

Es por eso que uno en seguida se plantea encontrar esa felicidad en el lugar de trabajo también, en la gente con la que trabaja, en las tareas que realiza. Por eso, en la medida de lo posible, mucha gente se plantea trabajar en algo de su agrado y satisfacción. Ese punto en particular hay personas que lo tienen claro des de un primer momento. Ya de jovenzuelos tienen claro a qué labor van a dedicar sus esfuerzos durante la mayor parte de su vida. Ven claramente el camino a seguir, los estudios a cursar, y si lo consiguen entonces ya no tienen nada de que preocuparse. Otros por contra, no encuentran un trabajo que los haga sentir felices. Puede haber varios empleos donde sentirse feliz, incluso está la posibilidad de cambiar de trabajo y dedicarse a diferentes cosas. También se puede dar la circunstancia de que los diferentes empleos requieran caminos de acceso muy separados: estudios universitarios, titulos académicos varios no relacionados de una profesión a otra. Se prevé entonces que es necesario dedicar algunos años a preparar el camino hacia la profesión deseada, con lo cual cambiar de profesión puede ser un problema. Especialmente a partir de cierta edad puesto que, a medida que uno se hace mayor, se le considera menos preparado para el tipo de trabajo a relizar, generalmente hablando. Se podría deducir que es necesario ordenar crónologicamente por preferencias las profesiones a las que se quiere acceder.

Eso con razón roza lo que se dice "rizar el rizo". La gente que no tiene clara su vocación profesional es gente con dudas. Gente que busca un camino pero no esta segura de cuál es el suyo. Gente que teme equivocarse y darse cuenta cuando sea tarde.

Hay que reconocer que mucha gente no se plantea esos aspectos de la vida con tanta profundidad. Se estudia, se aprendre y se trebaja de lo mejor que uno puede y si ese oficio es el de nuestros sueños, entonces bien, y sinó pues ya es más que nada lo que se tiene. Y santas pascuas.

Dudas?

sábado, 11 de septiembre de 2010

Cuando menos te lo esperas

He oido por esos mundos de Dios que si deseas una cosa con toda tu alma, ésta se te puede llegar a conceder. Inicialmente la idea de ese concepto es atractiva y, recompensatoriamente hablando, parece justa. Pero que pueda llegar a ocurrir no quiere decir que ocurra siempre. La vida es tan caótica, tan basta, tan incontrolable en ciertos aspectos que la probabilidad de que algo trunque nuestras ambiciones es muy alta. Hay que esforzarse y luchar por lo que uno quiere, pero hay que entender que, queramos o no, a veces las cosas, no pasan por el sendero que imaginamos.

A estas alturas los menos avispados ya imaginareis por dónde van los tiros.
Efectivamente, un servidor ha vivido recientemente una de esas experiencias tan poco agradables, viendo con impotencia como algunas de las cosas por las que ha luchado o ha soñado durante semanas esperando que sucedieran, al final no han sucedido. Han caído una tras de otra cual castillo de naipes.

Es cierto que hay que seguir luchando por esos objetivos, pero la sensación de impotencia ha hecho acto de presencia durante buena parte del rato transcurrido hasta la hora de escribir estas líneas remotas en horas estrañas.

El problema en cuestión ha establecido que habrá que luchar una serie de batallas a cada cual más importante que la anterior. La guerra por ganar es importante, casi se podría calificar de vital. Hay que afrontar bien cada una de las batallas que van a aparecer.

Esa sensación de perder algo por lo que se ha luchado y se ha puesto mucha ilusión es francamente incómoda. Da mucha rabia. Una impotencia tan grande, ese pensamiento de "por qué a mi", ese sentir la ilusión en caída libre hacia el valle del resentimiento y la frustración sin freno alguno, todas esas cosas són terribles. Incluso logran cambiar la actitud de uno mismo, que alterado por la situación responde mal y a todo el mundo. Cuesta controlarse en situaciones así. Y esa no es más que la declaración de guerra.

Ahora, pasadas unas horas del "inesperado" acontecimiento, las aguas vuelven un poco a su cauce. Ahora toca dormir, descansar, rezar un poco quienes lo crean necesario y mañana será otro día, por el que levantarse y luchar.

Ánimos ;)