martes, 28 de diciembre de 2010

Vuelta a la infáncia veraniega

Ésta es una de esas entradas que hago sin pensármelo demasiado. Me han llamado de todo hasta la fecha, pero creo que lo que más me han llamado es nostálgico. Así que alla voy.

Debido a causas de fuerza mayor he estado más de dos semanas sin salir a la calle a que me diera el aire. Hoy por fin me he forzado a salir para hacer un recado. Me encuentro en un pequeño pueblo del prepirineo leridano. He salido por la mañana sobre las 11 con los termómetros marcando aun por debajo del 0. No había una nube en el cielo y el ambiente se prestaba a tomarse el paseo con calma para gozar.

A medida que avanzaba por la calle los recuerdos de mi infancia y juventud han vuelto a mi memoria. Muchos de los comercios han cambiado, las calles se han reformado e incluso hay una tienda de informática.

Por la calle he reconocido a Marc, a quien no veía casi desde antes que nos cambiara la voz. No ha cambiado un ápice. Ha sido un encuentro breve, pero me ha bastado para recordar aquellas tardes de verano en la piscina, en cualquier rincón del pueblo, jugando con toda la panda del pueblo, tarde tras tarde, o yendo en bicicleta por las montañas. Los recuerdos son innumerables.
Sigo bajando calle abajo y me encuentro la rectoría. Me viene a la memória aquella vez que el párroco del pueblo me llamó para pedirme que le enseñara a usar el chat para estar actualizado a los tiempos que corrían (vía IRC o webChat entonces).
Luego me he parado a ver un cartel de información sobre la remodelación de una parte del pueblo. Viendo el mapa me he dado cuenta que hace una eternidad que no voy por allí. La próxima vez podré hacer la ruta completa. Antes de que me lo cambien del todo.

A los pocos metros, ya de vuelta he parado un momento a escuchar el silencio, a admirar el pirineo y ver bajar el río. Han asfaltado el camino que pasa por debajo. Era un caminito de tierra donde solíamos ir de pequeños para tirar pierdas al agua. Hay alguna anéctoda fraternal por ahí que, ahora, me hace sonreir. Poco a poco el pueblo va cambiando y pese a que es lógico que esto sea así, uno se resiste a abandonar el recuerdo de cuando lo que ahora es una calle, antes era un paso de corrales de gallinas y ovejas. Lo que ahora son calles asfaltadas e iluminadas antes eran caminos adoquinados o de tierra, frecuéntemente llenos de excrementos de las ovejas que iban y venían. Ya no se ve a los abuelos con la boina en las calles sentados hablando. Y aunque esto último suene a tópico, eso solía pasar.

Se respira silencio y tranquilidad, cosa que me ha despistado ya que por estas fechas suele haber mucha gente en el pueblo, pero claro... estan todos esquiando, que es a lo que han venido.

Disfruto unos segundos más de esa sensación de paz, nostalgia y tranquilidad. Luego sigo mi camino hasta casa donde me pongo a preparar el equipaje, que esto se acaba. Pero al igual que cada vez que he venido, me prometo que volveré pronto.

2 comentarios:

BMARE dijo...

AVIIII!

míri.am dijo...

envejo la teva memòria